Algunos y algunas pensaréis el porqué del nombre del blog,
ya que ni es un blog de cocina ni de vida edulcorada. Pues bien; gracias a (o
por culpa de) mi espíritu feminista y progresista siempre he sido una pésima
ama de mi casa: no sé planchar, ni coser, ni organizar armarios. Cocino por
pura subsistencia (sé hacer de todo y lo hago bien, pero reconozco que por ahora, no me gusta) y solo sé poner un programa de la lavadora. Mientras
vivíamos en pareja los dos solos nunca fue un problema, nos complementábamos.
Pero desde que tenemos dos criaturas a nuestro cargo, siento que a pesar de las
decenas de libros sobre crianza y educación que me he leído, a pesar de la
madre tan maravillosa que he tenido y que me ha dado el ejemplo perfecto de
cómo ser madre, a pesar de que intento no dar puntada sin hilo (elijo los cuentos para leerles y el canal de TV que pueden ver, sus juegos, intento que tengan vida cultural y
creativa…) me faltaba algo… y la pista me la dio mi hija mayor, que es una loca
de los cupcakes. Solemos ir a menudo a una tienda del centro de Madrid que se
llama Happy Day Bakery donde tienen unos cupcakes deliciosos, y cada día mi
hija me pide uno. Así que yo, que odio cocinar, he decidido aprender a hacerlos
(una de tantas cosas que hacemos por ellos). Para mí el cupcake es el principio
de una serie de cosas (muy superficiales) a las que soy capaz de llegar por mis niñas. De
ahí el título del blog.
Este fin de semana me decidí: algo fácil, los cupcakes de DrOetker.
¿Fácil, digo? Pues ha sido un desastre… soy consciente que poca gente colgaría imágenes de sus fracasos, pero yo busco la felicidad, y debo reírme de mí misma. Así que ahí va:
Al principio no tenían mala pinta. Al horno que fueron.
Pero ya desde la ventana del horno se anticipaba la
desgracia… ¡¿qué pasó?!
Efectivamente… la masa desbordaba…
Pero yo me empeñé en terminarlos. Mi hija estaba
entusiasmada con el tema de la decoración y no quise decepcionarla...
Por si alguien no recuerda cómo debe ser un cupcake:
Y aquí mi desastre:
Cierto. Debí tirarlos desde el primer momento. No debí leer
bien que debía esperar a que enfriara la masa para añadir la crema y eso fue el
fin…
Una cosa es cierta, de sabor estaban buenos (perdonad mi
osadía señores de DrOetker), aunque mi hija ni los probó.
Una de mis mejores amigas me ha regalado un curso para
aprender a preparar cupcakes… ya os iré informando de mis progresos.
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