Primero:
tras mi maternidad he tenido que claudicar con algunos de mis principios y
asumir de forma más evidente mis contradicciones. Uno de ellos era jamás
visitar un parque en el que hubiera animales enjaulados y expuestos. Pues ya
voy por mi cuarta visita a un parque de estas características (2 Faunias, 1
zoo, 1 Peralejo). Mi hija Meni está loca por los animales y cada día me dice: “¿Sabes
que yo no tengo una mascota?” a lo que yo le contesto: “Claro que lo sé”. Por
lo que mi sentimiento de culpabilidad de que no tenga ni una tortuga, me empuja
a llevarla a este tipo de espacios.
Meni y los flamencos |
Guacamayos en el trópico de Faunia |
Canguro en la estepa Faunia |
Pues, ¿qué
es lo bueno que tiene Faunia? Para mi gusto, que estás más cerca de los
animales y que a muchos de ellos puedes tocarlos. No tengo yo muy claro que
esto sea bueno para ellos, desde luego (más bien me parece un horror que estos
pobres animalitos sean acosados por las personas), pero obviamente mi hija
mayor y las hijas de la otra pareja con la que fuimos, estaban encantadas.
¿Lo peor de
Faunia? Pues lo que los niños nos enseñan. Cuando salimos y le pregunté a mi
hija qué animal le había gustado más, me respondió: “el cartel del poni”.
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