miércoles, 26 de septiembre de 2012

Renovarse o morir

Ya lo decía Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.” Esta paradoja me ha martilleado el fin de semana mientras reubicaba la ropa de invierno en los armarios y guardaba la de verano. Es un rito que dos veces al año se realiza con desgana en la mayoría de los hogares españoles, pero en mi caso, que no me gusta ordenar, ni recoger, ni la ropa en general, supone uno de esos momentos zen en los que debo racionalizar las cosas.

Yo que tengo dos hijas pequeñas (de 9 meses y 4 años), me las he visto y deseado para realizar este ritual con éxito: por un lado había que organizar en cajas la ropa de verano que a una no le sirve, pero que le servirá a la otra en unos años; por otro lado la ropa del verano que viene; por otra la de invierno que ahora no le sirve a una, pero le servirá el año que viene a la otra; un montón de ropa que no le vale a ninguna de las dos y que hay que reciclar (Wikimums, Percentil); y finalmente otro de ropa usada y hecha polvo que hay que tirar. Esta imagen que parece tomada por Ana Rosa en la casa de una señora con el síndrome de Diógenes cuyo armario acabara de vomitar, era mi salón el sábado.

El vestido de lunares de primer plano es el de chulapa.

Lo único que me reconfortaba en esos momentos era pensar en aquellos que tienen niño y niña, o que tienen tres, cuatro, cinco… hijos. Jeje, una sonrisa malévola se dibujaba en mi fuero interno.

Con esto me di cuenta de que en el fondo los cambios me gustan y me regeneran. En mi caso está más que comprobado que me gusta cambiar (en siete años he vivido en ocho casas y tres ciudades distintas), a veces los cambios eran por circunstancias ajenas a mí, pero la mayoría de las veces era porque queríamos. Me alucina la gente que no cambia, que se queda a disgusto en un trabajo, en una casa, en una vida… los observo de reojo y los examino como si fueran una tribu de los indios motilones. Y ya, los que tienen el cuajo de quejarse y no hacen nada para mejorar su vida, los analizo como si fueran extraterrestres de Ganímedes. Sí, esos que dicen: “estoy harto de mi trabajo, no me gusta, no me realizo” (y lleva diciéndolo desde hace diez años). Ya, ¿y por qué no cambias? Arriésgate. VIVE.

En fin. Constatado, el cambio de ropa de armarios da lugar a poco glamurosismo.

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